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Wilcomen!

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lunes, 8 de agosto de 2011

Fobia capítulo 7

Capitulo 7.

Ese miedo otra vez, ¿porqué...?

Muchas veces la razón nos traiciona, y la salida se esconde justo ante nuestros ojos. Para salir de una equivocación prescindimos de la ayuda de un tercero, que vea tu situación en una perspectiva neutral. El primer error se comete al dudar de las corazonadas. Se dice que se debe escuchar al corazón para llegar a una respuesta buena y valida, y ciertamente es así, pero la verdad es no es la razón: se debe escuchar al corazón porque las respuestas que nos señala la mente nos privan de la aventura de equivocarse y sufrir.

Al final, se sabe bien que se está mal, que lo mas idiota del mundo es enamorarse. Es sufrir demás, sale sobrando siempre. Uno necesita más cosas para vivir de las que nuestra madre nos proporciona al nacer. Entonces, ¿por qué a la corta o a la larga todos nos enamoramos? ¿Por qué sufrir por alguien distinto a tu familia? ¿Por qué no podemos salir de ese error por nosotros mismos?

Quisiera nunca haberme enamorado, y no probar ese tipo de dolor. Suelo tomar todos los concejos, pero ¿por qué demonios me enamore de Tom?

-Entren-dijo esa maestra con cara de satisfacción. Parece que logró prepararnos un buen terreno. ‘Maldita mujer, ¿qué le importa?’

Tom entró con indignación, yo lo seguí, a no ser que esa mujer me halara de nuevo por la oreja. Adentro de la oficina, estaba un señor de unos 50 años, sentado en un sillón detrás del escritorio que dividía en dos la habitación.

Detrás tenía un librero con libros que apuesto no ha tocado jamás, y por supuesto, la alfombra era de césped falso, de esas sobre las que se juega mini-golf. ‘Viejo aburrido’, pensé.

Como ninguno dijo nada, la maestra empezó:

‘Señor Bikbaev, estos dos muchachos…´

-Silencio, Karen-paró él. Abrió un cajón del escritorio, y sacó de él un puro-. Retírate, por favor.

-P-pero…

-Fuera, dije… Déjanos solos.

-Está bien-ella se fue.

-Siéntate, Thomas-encendió el puro, sin mirar otra cosa.

Tom se sentó en una de las dos silla que estaban delante del escritorio.

-Tú también, muchacho, siéntate, por favor-se puso de pié.

Aunque no me dijo nada malo, sentí un miedo extraño, otra vez...

Me senté en la otra silla.

-Papá…

-Déjame hablar, Tom-se dio la vuelta y salio de detrás del escritorio-. Por enésima vez, ¿quieres por el amor de Dios, ser discreto con tus cosas?

-Ya te lo he dicho, así soy… No quiero ni voy a ocultarlo, ¿qué más da si al final no le importa a mas nadie que a mí?

-Nos importa a tu madre, y en especial a mí, que tengo que vivir esta agonía de vida contigo haciendo de las tuyas. ¡Thomas, por Dios, apréndete que está prohibido en el instituto el comportamiento sexual!

Me sentí un poco culpable, y muy avergonzado.

-No quiero, no quiero… Y te digo algo, no dejaré de hacerlo.

Vámonos, Bill-se puso de pie y se dirigió a la puerta.

-Thomas, sabes bien que las reglas no las pongo yo, pero mi deber es hacerlas cumplir, así que…

-Así que, el que debe cambiar algo eres tú: o cambias las reglas, o tendrás que echarme del Instituto-me tomó de la mano y me hizo salir tras él. Cerró la puerta con la otra mano, y caminamos un poco. Pero al salir del recinto, se detuvo, me miró y dijo:-Bill, ¿quieres ir a mi cuarto?

Abrí los ojos como platos.

- ¿A… tu cuarto?-repetí. Ese frio extraño volvió a recorrer mi espalda.

-Sí, no te preocupes. No pasará nada… es solo para levantar la sospecha de que así es.

-Bueno-acepté como un idiota. Como si no supiera la verdad. Pero por alguna razón me importaba un poco más.

Ya me estaba enamorando. Me enamoraba su rebeldía, la hombría de sus movimientos, sus palabras, la actitud… estaba ‘cayendo’.

Pobre idiota de mí.

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