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Wilcomen!

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lunes, 8 de agosto de 2011

Fobia



Capítulo 1  : Pontificio Instituto... lleno de hermosuras.

Me senté y me puse derechito, como me había indicado el fotógrafo.

-Mirada al frente-habló.

Le eché un vistazo a Andy preguntándole con la mirada si esto en verdad estaba funcionando, él respondió con una sonrisa de ánimo y ambos pulgares arriba. Me reí, miré al frente. El fotógrafo me esperaba con mala cara. 

Cambié a serio mi rostro.

-Uno, dos…-tiró el flash.

-Pe pero no estaba listo todavía… Debió tomar la foto en tres, quiero otra-me puse de pié y me crucé de brazos para parecer más seguro.

-Eso es todo, puede venir por ella en una semana, señor Bill Kaulitz…

Gordo mamón.

Lo miré con los peores ojos que puedo hacer.

-Vamos, Bill. No importa, nadie te va a pedir tu tarjeta de estudiante más que los profesores-trató de calmarme Andy.

Tenía razón. Pero este seguía siendo un gordo mamón para mí.

Tomé mi mochila, y salimos de la sala. El edificio del Pontificio Instituto Verona para Jóvenes es bastante sombrío. Sus muros son opacos, toda la decoración y arquitectura tienen un estilo contemporáneo, pero rustico. No están pintados, y los muros se superponen entre sí, la sencillez que posee lo hace hermoso. Pero no es la decoración lo que me hizo venir aquí, sino lo académico.

Es casi un mensaje subliminal que nos pasan nuestros padres para que estudiemos en las mejores escuelas, institutos y universidades, y de eso en PIVJ no había cosa que faltase: calidad, calidad, calidad. PIVJ es los tres, escuela, instituto y universidad, por lo que el roce con los mayores, o en dado caso, pequeños es permanente. Y es enorme, tanto así que en cada pasillo, y encima de los botes de basura hay cajetas de mapas. Alguien nuevo puede perderse por días en el campus, y si es despistado como yo, aun mas. Pero por suerte tengo a Andreas conmigo.

Es mi mejor amigo desde que estábamos en las panzas de nuestras madres, quienes eran amigas desde que se mudaron al mismo barrio algo más de un año antes de que hubiésemos nacido. Sus embarazos fueron sincronizados, no sé como resultó así, pero lo agradezco; Andreas y yo compartimos el mismo día de cumpleaños, mas razones para que seamos amigos especiales. 

Fuimos a la misma guardería, luego a la escuela, pero en el primer año de la escuela superior, lo expulsaron por pelear (no está de más decir que me defendía a mi), y su madre lo internó en el instituto PIVJ, y solo nos veíamos los fines de semana, pero la amistad no sufrió cambios, gracias a Dios. Y hoy, después de dos largos años de rogarle a mi mamá, y de hacer penitencias brutales, pues… heme aquí, del lado de mi mejor amigo, y apunto de adentrarme en una nueva vida, para bien… espero

-Te divertirás muchísimo, Bill-me dijo emocionado-, y más si vamos a fiestas universitarias, sabes lo que eso significa, ¿verdad? U-N-I-V-E-R-S-I-T-A-R-I-A-S –pronunció cada letra lenta y profundamente, para destacar lo que decía, pero yo de eso no sabía nada.

Salimos del pasillo hasta la sala y de ahí afuera.

-Pero da igual cuán grande te lo ponga, ¡es cien veces más grande y salvaje, colosal! Uno no sabe de la vida, hasta que ve tanta orgía, o participa de ella-sonrió. Siempre hemos sido abiertamente homosexuales.

-Bueno, pues avísame cuando sea la próxima fiesta, ¿va?-avisé inocente aún del lío en que me metía.

-¿Qué te avise?-se burló-. Cada noche hay una fiesta, en alguna de las hermandades, solo hay que revisar las redes sociales, por ahí avisan la hora y en cuales hermandades las habrá. En lo personal, me gustan las de ΩЯ (omega ia). Esa hermandad tiene los chicos más guapos, son todos así, musculosos, ¡son unos hombrones que ni te cuento!


-Pues por cómo te pones, me imagino todo.

-Tienes que verlos, Bill. No basta con que yo te…-se quedó embelesado mirando adelante.

- ¿Andy…?-intenté hacerle volver, pero no me escuchó, siguió mirando, tuve que mirar.

Se me calló la mandíbula al suelo. Se trataba de un tremendo ejemplar de lo que me decía Andy. Al verlo me di cuenta de que una explicación con palabras no basta para semejante hombre. Era alto, tal vez de mi estatura, pelo negro trenzado hermosamente en su cabeza. Tenía un cuerpo esculpido por el mismo Miguel Ángel, proporcionalmente musculoso y bien dotado. 
Estaba bronceado. Y para rematar también era bello de cara, con rasgos suaves y delicadamente masculinos. Era más que un dios griego.

El estaba ahí, sentado en una banqueta, como si no supiera o le importara ser tan hermoso; muy despreocupado esperando algo o a alguien.

Nosotros caminábamos pero nuestras miradas se estacionaron en ese descomunal amontonamiento de hermosura. Parecíamos dos nacos, pero qué más da. No importaba. ¿Quién en su sano juicio no lo haría también?

Por mala suerte, nuestro destino eran los pabellones masculinos, y teníamos que tomar otro camino.

-Si todos son como ese, definitivamente no me perderé una fiesta-aseguré entre risas.

-No… Hay moderados, bonitos, bellos, hermosos, y luego están los que son como él: exquisitos. Lamentablemente, son escasos, Billy.

-Con que sea la mitad de lo lindo que era ese me conformo.

Nos reímos.

Es muy ameno compartir abiertamente mis preferencias con alguien, es por eso que les rogué tanto a mis padres. Ni en otras escuelas ni en ninguna parte encontraré a una persona que desee y no repudie mis verdaderos sentimientos. Mis padres no les importa, pero son eso: mis padres, no ven las cosas como yo las veo, y aunque sean capaces de ver lo que en verdad me conviene, no lo pueden hacer como un amigo que se proyecte tu problema y te dé solución.


Entramos al área de los pabellones. ´Pabellones masculinos de la escuela superior´ decía el gran letrero en el portón de entrada.

- ¿Qué número de cuarto te tocó, Billy?

-Eh…-saqué el llavero de mi bolsillo, lo miré y le dije-. La B-4’83’’.

-No me quedas muy cerca que digamos, yo estoy en el G-1’89’’.

- ¿Qué significan las letras?

-Las letras son del edificio, ¿ves?-señaló las letras rojas que cada edificio tenía-. El primer número es el número de la planta, y los dos últimos, entonces son tu número de cuarto. Por ejemplo el mío es en la primera planta cuarto número 89, ¿ves?

-Está complicado, valla.

-Te acostumbras, sólo los primeros días puede ser que te parezca extraño.

- ¿Me llevas al mío, por fa?

-Pero claro, tontito-me abrazó-. ¿Cómo crees que te voy a abandonar a tu suerte?
Me reí.

-Los amigos te aclaran el camino, de vez en cuando se sueltan la mano, pero luego vuelven a sujetarse fuerte, y nosotros ya vivimos ese momento lejos, ¿no crees?

-Por supuesto.

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